Todo empezó en una lluviosa noche de verano. Violeta venía de trabajar. La casa estaba oscura y non había nadie dado que su marido no había llegado. De repente vio que en la mesa de la cocina había un cuchillo sangrante. Violeta se asustó y subió corriendo a su habitación; una vez allí estuvo más tranquila y pensó que lo mejor sería llamar a la policía, pero se dio cuenta que se había dejado el móvil en la sala…

Reunió fuerzas y bajó las escaleras llegando al salón. De repente, explotaron todas las bombillas de la casa y escuchó un estridente ruido procedente del baño, como si el espejo se hubiese echo añicos. Volvió a su habitación y cerró con llave. Pensó que en este tipo de situaciones meterse debajo de las sábanas no era seguro por lo que se metió en el armario. Solo se oían unos misteriosos pasos que subían lentamente por las escaleras. A continuación se abrió la puerta. Violeta recordó que tenía que cambiar esa vieja puerta si salí de esta, claro. Empezaron a abrirse cajones, a caerse los cuadros y… la puerta del armario se abrió…

Tres días después, los vecinos alertaron a la policía de un fuerte olor a muerto. Llegaron en cuestión de minutos, pero lo único que encontraron fueron dos cuchillos sangrantes en la mesa de la cocina…